

El organizador del evento, Sigrid Dierecks, comentó que, “la idea tras todo esto es divertirse en espacios públicos que han sido olvidados, y están vacíos en la noche por la falta de seguridad. También, de conocer gente nueva con buena comida”.
Ciertamente, ellos han alcanzado su meta y mucho más. En la última edición lograron recaudar 2,5 toneladas de ropa para el Proyecto Vó Chica, hecho para ayudar a la gente en las zonas desfavorecidas de la ciudad.

Movimiento local retoma los espacios públicos del temor provocado por el crimen, trayendo familias y amigos a los parques para comer platos hechos por chefs locales y donar vestimenta a la caridad.

¿Cuál es la respuesta de Porto Alegre hacia la inseguridad en el parque?
Picnic en el parque a la medianoche.
Alex Somervell
Traducción: Michelle Rojas
Porto Alegre, 22 de junio de 2014. La falta de seguridad en la noche es una epidemia que no solo afecta la ciudad de Porto Alegre, sino al país de Brasil. Aunque en la actualidad es considerada una ciudad relativamente segura, al menos comparada con el resto del país, hubo 57 mil robos registrados en Porto Alegre durante el 2012. Para ponerlo en otro contexto, es igual a un poco más de 150 robos por día en una ciudad que tiene una población de 1.5 millones (1). New York tiene 102 robos cada día, sin embargo su población es de 8.3 millones de personas (2). Los mismos parques son las áreas más peligrosas, donde durante la noche se convierten en un campo de caza para los ladrones.
Sin embargo, el 21 de junio, el primer día de invierno y con la temperatura bajo los 10 grados Celsius, dos mil cinco personas ‘ocuparon’ el parque Moinhos do Vento a la medianoche para intentar retomar la libertad, seguridad y los espacios públicos de los ciudadanos de Porto Alegre.
Lo que hace el movimiento único, es que aparte de crear un ambiente seguro para todos en un lugar relativamente peligroso, lo hace mientras provee una selección de meriendas gourmet preparadas por chefs locales. El sábado, 20 de ellos, vendían desde un tipo de burrito hecho de pastrami, tomates asados, hierba de arúgula y mostaza hasta quequitos de fruta asada. Todas las meriendas tenían un precio que rondaba los diez reales (alrededor de $5). De esta manera, los chefs podían devolverle algo a la comunidad y crear consciencia sobre sus productos.