

El resultado final de los semi-finales entre Brasil y Alemania hizo las tierras de ritmo y sabor llorar.
Sin duda, un gol era solo un gol, se podría recuperar rápidamente; el espíritu de esperanzas se mantenía. De repente, al minuto 24, Alemania metió otros cuatro. El alma se iba quebrando dentro de cada persona. ¡Cinco goles en 30 minutos! ¡Qué increíble! En el sentido literal de la palabra, simplemente no se podía creer, era como estar en un mundo fantasía.
Cuando se anotó el gol número cinco, lágrimas comenzaron a inundar los ojos de esas personas que dieron todo por el fútbol, de ese país que invirtió millones de dólares y acaparó a cientos de turistas.
Las personas con el corazón lleno de decepción, humillación y rabia todo a la vez, se comenzaron a ir. Salían del FanFest ofendiendo el equipo y a su propio país. Fue cuestión de minutos que el Anfiteatro Pôr do Sol pasó de tener la mitad de la gente que había llegado desde un principio.
Sin duda, el final feliz no fue para Brasil, un país que invirtió en el fútbol, lo acaparó y lo utilizó para unir al mundo. El mundial se acabó para ellos, ahora solo el llanto se escucha.
Michelle Rojas B.
Porto Alegre. 9 de julio de 2014. Luego de casi un mes de pasión, alegría y lágrimas, el mundo se sentó a ver a Brasil jugar contra Alemania en búsqueda de boletos sellados hacia la final de la Copa Mundial. Claro, las expectativas de que Alemania ganara eran altas ya que tenía un gran equipo detrás, que representaría al país del viejo mundo; sin embargo, Brasil tenía algo más, un pueblo que apoyaba a su equipo apasionadamente y nada más y nada menos la motivación de ser la cuna de la misma copa.
El FanFest parecía que iba a estallar, la fila de dos kilómetros llegaba casi hasta el estadio Beira-Rio, pero aún así la gente seguía llegando vestida de verde-amarillo y con muchas esperanzas de que el equipo brasileño llegaría a finales.
Más gente llegaba y menos minutos faltaban para el inicio del partido tan esperado. El pito inicial sonó y los fanáticos brincaban y ondeaban sus banderas en el aire de felicidad. Una emoción que duró poco, 12 minutos exactamente, ahí fue cuando Alemania metió su primer gol, de siete.